¿Libertad? ¿Con un vampiro? Imposible. (CAPÍTULO 2)

viernes, 27 de septiembre de 2013
–Por una vez esto no va contigo –escupió Pam como si sus palabras fuesen veneno, dejando anonadada a la camarera.

–Creo que tú vas a venir conmigo, ¿no es así? –preguntó Eric, cogiendo del brazo a John. Con una mirada que consiguió infundir el miedo en el joven, sabía que era una mirada de enfado. Iba a morir.

–Si... -respondió resignado el joven–. Adiós Sam, muchas gracias por todo –sonrió desesperanzado, mientras abandonaba la taberna con los dos vampiros.

– ¡Eric! –gritó Sookie, dejando la comanda en la mesa. Saliendo del bar, alcanzando a los otros antes de que se marchasen del lugar.

–¿Qué quieres Stackhouse? –preguntó desganado el no muerto, con el joven entre sus brazos.

–¿Quién es ese chico? ¿Y por qué te lo llevas? No puedes coger a la gente así como así –recordó la rubia.

–Bueno, ya tuvo que hablar la señora justicia aquí presente –suspiró la progenie del rubio, mirándola con asco.

–No tengo tiempo para estas estupideces ahora, ya hablaremos otro día –sentenció Eric, despegando del lugar. Como si volase, mientras que Pam desapareció velozmente del lugar por tierra.

–¡Sookie! –exclamó Sam, saliendo del bar– ¿Y John?

–¿El chico se llamaba así? Se lo ha llevado Eric. Sam Merlott, ¿quieres explicarme que pasa aquí? –preguntó, o más bien demandó la camarera.

–Joder, ¡mierda! –vociferó propinando una fuerte patada a la puerta del bar.

Mientras tanto en el Vantasía, entraba un serio Eric quien mandó a su progenie al trono para que nadie intentase pasarse de listo e intentar alguna cosa. Entró junto a John a su despachó y lo lanzó fuertemente al sofá, aunque como si hubiese sido un acto reflejo, el menor se levantó nuevamente intentando explicarle lo que había pasado.

–Eric, yo... lo siento –se disculpó el oji verde, mientras jugaba con sus manos.

–Me hace gracia que pensaras tener alguna oportunidad de escapar, ¿de verdad te piensas que soy tan idiota? –preguntó sin recibir ninguna respuesta por parte del otro–. ¡Responde! –gritó de tal manera, que hizo asustarse al joven, quien no lo miraba a los ojos. No se atrevía.

–Sólo quería salir, llevo un año encerrado en estas cuatro paredes. Es desesperante, agobiante, triste y no puedo más. No tenía intención de marcharme. Quería disfrutar un poco... –levantó un poco la mirada, pero al ver las facciones de impotencia y odio del otro desistió del intento.

–¡No me importa lo que tú quieras! Estás aquí para servirme, no eres más que un esclavo. Tienes suerte de que no te dejara pudrirte en la sala de abajo, puto ser extraño –dijo cabreado, dando un golpe con su puño a uno de los armarios. Atravesándolo.

–Eric, fuera te reclaman unos pastorcillos de Dios -comentó Pam irónica, abriendo la puerta. Quedándose un poco sorprendida por ver a su amo así.

–¡Diles que me importan una mierda!

–A mí me importan mucho menos que a ti, pero que sepas que es Sokie, Bill Compton y otro que parece el leñador de las montañas. Creo que no se irán hasta que salgas a echarlos, así que tu mismo –cerró repetidamente los ojos, en señal de cansancio para después cerrar la puerta sin esperar ninguna respuesta.

–Quédate aquí, ¿has entendido? Si no, a la próxima si que te mataré y no me arrepentiré por ello –sentenció el vampiro dejando solo a John.

El joven se sentó en el sofá negro, llevándose las manos a la cabeza pensando en lo mal que lo había hecho todo. No se arrepentía de lo sucedido, tenía que transmitirle a su captor que tenía otras necesidades que estar allí leyendo libros durante toda una eternidad.

Lo que si le causaba un poco de tristeza era haber conocido a alguien tan amable como aquél tabernero y haberlo decepcionado. Seguramente ahora estaría pensando que era un chico sin vida, sin personalidad que entregaba su vida a los vampiros. Suspirando intentó dejar de pensar, que era lo mejor que podía hacer en aquellos momentos.

–¿Qué queréis? No tengo tiempo para juegos de niños –preguntó Eric, sentándose en su trono.

–¡Eric, venimos a por ese adolescente! Sé que no quiere estar contigo, se le notaba en su cara. Además que puedo escuchar sus pensamientos desde hace un rato y está aterrorizado -explicó Sookie, intentando sonar lo más severa posible.

–¿Y tú eres la mujer de asuntos sociales? Ah no, que eres una camarera -dijo Pam, arqueando una ceja.

–No estamos aquí para hablar contigo Pam –intervino Bill.

–Creo que todo lo que está aquí dentro de Vantasía, es mío. Así que podéis marcharos cuando queráis –terminó la conversación Eric, mirándolos fijamente.

–Podrías buscarte problemas, eres el Sheriff del área cinco, ¿crees que está bien dar esta imagen? –cuestionó Bill, aunque con el máximo respeto que le podía tener.

–Creo que no eres el más indicado para hablar de imagen, Bill Compton.

–Escucha, no sé que relación tienes con ese chico pero yo le podría dar una vida normal. Solo como amigos, de verdad. Pienso que si no toma un rumbo en su vida ahora, no lo hará jamás, ¿no crees? Aún es joven -dijo Sam, metiéndose en la conversación.

–¿Me estás diciendo que eres tan buena persona que lo ayudarías sin pedir nada a cambio? Pam, muy mal por no creer en los humanos. Mira que benévolos son –sonrió irónico Eric, a su progenie quién le devolvió la acción.

–Te lo digo en serio -dijo un poco más molesto el tabernero.

–Lo que si es en serio, es lo que os vayáis de mi propiedad si no queréis que os arranque la yugular, ¿me explico? –amenazó levantándose rápidamente del asiento, intimidando a Sam–. Me aburrís. Pam, si no se van en veinte minutos mátalos.

–Oh por favor, quedaros todo el tiempo que queráis –sonrió sarcástica.

El vampiro milenario volvió a su despacho, quitándose la ropa lo más rápido que pudo, cogiendo al pequeño por sus muslos para empotrarlo contra la pared, rasgándole las vestiduras comenzado a besar por donde podía. Dejándole numerosas marcas por el cuerpo, que seguramente se le harían más notorias al siguiente día. John solo intentaba cohibirse, sin poder hacer nada.

Posicionó al adolescente encima del escritorio, abriéndole las piernas para adentrarse en él lo más feroz que pudo. Extasiándose por momentos, sacó los colmillos para clavárselos por primera vez pero sintió como unas finas manos en su torso intentaban detenerlo.

–E...Eric, por favor. Di...dijiste que no, l...lo prometiste –jadeó el pequeño.

–Agh... –se resignó el rubio, penetrándolo más fuerte para demostrar toda su rabia y llenarse de placer.

Entre tanto, Sookie y Sam charlaban dentro de un ya cerrado Merlott mientras que Bill esperaba fuera, ya que nunca pudo congeniar con el cambiante. El tabernero servía dos cervezas para poder tranquilizarse con la camarera.

–Sam, ¿por qué tanta preocupación por ese chico? Si lo has conocido hoy, ¿no? –preguntó dando su sorbo a la espumosa bebida alcohólica.

–No sé Sookie, fue tan amable, se veía una sinceridad y unas ganas de salir adelante en sus ojos que no puedo sacármelos de cabeza –decía mientras se despeinaba un poco con la mano.

–¿Y qué vas a hacer? Eric no tiene intención de soltarlo.

–Lo sacaré de allí, sea como sea lo sacaré...

Comentarios

  1. ¡Hola!
    No sé qué sentir por John, la verdad es que me gustaría más verlo con Eric que con Sam, en fin ya se verá más adelante, creo que en cierta manera le hace bien a Eric, o al menos así lo describió el sentir de ese personaje, aunque creo que sentí un poco de pena por John y que lo tomaran así a la fuerza, ni modos, esperemos que las cosas vayan mejor.
    Por ahí hay uno que otro error de puntuación, en general es buena la redacción.
    Nos vemos.
    Lizie.

    ResponderEliminar